Un año más, el CLIP ha querido volver a contar con nosotros para ofrecer a sus jóvenes una experiencia educativa en la que poder encontrar oportunidades de crecimiento personal.
Jeímaros tuvo la suerte de compartir con ellos el fin de semana del 25 y 26 de febrero, en un encuentro del que nos llevamos infinidad de momentos que recordaremos con alegría.
Llegamos a Los Molinos el sábado por la tarde para empezar nuestro itinerario con un Taller de los Sentidos. Vivimos en un mundo donde la sobre-estimulación del entorno, más que desarrollar nuestros sentidos, los colapsa.
Dedicarse un espacio para uno mismo, en el que poder percibir con intensidad los diferentes sonidos, imágenes, olores, gustos y texturas, además de ayudarnos a descifrar con mayor exactitud las señales que giran a nuestro alrededor, nos acercan también a una dimensión trascendente de la persona.
Después nos juntamos por grupos para reflexionar sobre las emociones. Saber lo qué sentimos y por qué lo sentimos, es un paso importante para aprender a manejarlas. Tan malo es reprimir nuestras emociones como dejarnos dominar por ellas.
De esta forma, a través de diferentes dinámicas, pudimos profundizar en nuestra personalidad, en la forma que tenemos de sentir y de actuar, y en cómo el equilibro emocional nos permite ser verdaderamente libres.
Antes de cenar, también tuvimos tiempo para disfrutar de una actividad distendida y muy divertida: Ladrón y policía. El famoso juego de cartas con personas de carne y hueso. Fue un momento realmente divertido.
Y después de una agradable cena, comenzamos una velada muy especial en un antiguo castillo, junto con un monje, una pirata y un gladiador. Imagina el panorama...
En ella tuvo cabida toda la familia, desde los más mayores hasta los más pequeños. Y desde luego, no faltaron momentos divertidos y sorprendentes, que inmortalizamos para la posteridad.
Después de una intensa noche, tocaba irse a dormir.
Y llegó el domingo.
Por la mañana nos preparamos para hacer una parte de la ruta de los búnker. Tuvimos ocasión de aprender un poquito de historia y de conocer los alrededores del pueblo, pero sin duda, lo más interesante fue la oportunidad de caminar juntos, de compartir nuestros pasos...
Y después de andar, es bueno pararse a reflexionar sobre las metáforas que nos ofrece el camino para llevar a nuestra vida diaria.
Y con esta actividad, llegamos al final de la convivencia. Después de celebrar y de comer todos juntos, cada uno volvió a su lugar de origen, a su rutina del día a día, pero con un puñado de nuevas experiencias a sus espaldas.
Sólo nos queda agradeceros a todos vuestra participación, vuestras ganas y la enorme hospitalidad con la que nos acogisteis.
¡Hasta la próxima!